No basta con ir al gimnasio, hay que saber lo que estás haciendo

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Diario de un gordo a dieta III: No basta con ir al gimnasio, hay que saber lo que estás haciendo

Después de un tiempo perdido y frustrado porque mis rutinas en el gimnasio no tenían resultados visibles, he conseguido descubrir el secreto. Como siempre, no hay nada de milagroso: simplemente tenía que seguir los consejos de alguien que supiera más que yo.

Por Javier P. Martín  |  06 Septiembre 2018

Tras contar las razones que me llevaron a pedir ayuda a un nutricionista y explicar en qué consiste el plan dietético que estoy siguiendo, en esta nueva entrada del Diario de un Gordo a Dieta os cuento cómo conseguí volver a tener ganas de ir al gimnasio.

"Creo que tengo una lesión, pero no sé exactamente dónde". La monitora del gimnasio me atendió entre divertida y confundida cuando le hice esta confesión hace unos días. "Yo que tú iría al médico".

Es verdad: desde hace un par de semanas me cuesta más levantar peso con el brazo derecho, pero creo que la lesión se encuentra en algún punto entre el hombro y la parte alta de la espalda. Cuando hago ejercicios en el gimnasio que conllevan esfuerzo en esa zona levanto mucho más un hombro que el otro, y la asimetría me asusta. Ya me imagino mi vida con chepa, algo que no es raro ver entre la fauna de estos sitios.

En uno de los varios gimnasios en los que he estado en todas las ciudades en las que he vivido (como conté en este diario, siempre estoy suscrito a alguno para no perder la forma demasiado), un señor jorobado se dedicaba a supervisar y corregir los movimientos y pesos de varios deportistas más jóvenes que él. Nunca le vi sentido, quería gritarles "¡¿Pero no veis cómo vais a acabar si le hacéis caso?!", pero tenía miedo a que me respondieran usándome de bolsa de boxeo. Y tampoco es que yo nunca haya sabido del todo qué estaba haciendo en el gimnasio.

En mi primera entrada del diario expliqué lo perdido que llegué a estar hace un año, con poco tiempo y motivación para seguir por mí mismo un estilo de vida saludable, y frustrado porque no solo no conseguía mantenerme, sino que estaba en una época de expansión (física) que parecía imparable. Esto se aplicaba a los hábitos alimenticios pero también, en gran medida, a mi relación con el deporte. Mi nutricionista, que también es coach deportivo, me ayudó a revertir la apatía y hartazgo que me llenaban cada vez que me ponía unas mallas. ¿Cómo? Simplemente diciéndome qué tengo que hacer.

La importancia de un asesoramiento de calidad y personalizado

Hoy en día la mayoría de gimnasios que tenemos en las grandes ciudades son cadenas low cost que aparentan ser muy modernas y tener todo lo que necesitamos para un entrenamiento básico, pero les falta lo más importante: un asesoramiento personalizado, continuado y de calidad. Cada cuerpo es un mundo, y tu entrenamiento dependerá mucho de qué quieres conseguir con él. Ganar volumen muscular, quemar grasa o simplemente mantenerse en forma son tres objetivos muy distintos que conllevan rutinas muy diferentes en el gimnasio. Por lo general, los monitores de estos gimnasios, a la vez recepcionistas y encargados del mantenimiento de las instalaciones, están demasiado ocupados para supervisar que estás haciendo lo que tienes que hacer. Más aún: que lo estás haciendo bien. Cada ejercicio tiene que hacerse con un movimiento concreto, y es muy importante la respiración, el ritmo de las repeticiones, la velocidad con la que las ejecutas... Puedes tirarte un año haciendo mal un ejercicio de bíceps que en vez de ayudarte a desarrollar el músculo te lo acabe lesionando.

La ayuda de un entrenador experto es muy recomendable si quieres tener resultados en tus horas de gimnasio.
La ayuda de un entrenador experto es muy recomendable si quieres tener resultados en tus horas de gimnasio. Shutterstock

Mi nutricionista me manda unas tablas de ejercicios, como hace con la dieta, que van variando cada mes. Supongo que por dos razones: para no aburrirme por estar haciendo siempre lo mismo (ir al gimnasio a diario es una microrutina dentro de la rutina, y si eres una persona que se aburre fácilmente puede convertirse en un esfuerzo sobrehumano) y para ir ejercitando todos los músculos poco a poco a lo largo de los meses. Pero hay algo que no cambia, voy cuatro días a la semana y tengo dos bloques diferenciados: primero musculación y después cardio. Empiezo ejercitando algún músculo cada día (pecho y bíceps los lunes, piernas los martes, espalda y tríceps los jueves y hombros y abdominales los viernes) y después hago una hora de bicicleta (que aprovecho para ver alguna serie), elíptica o cinta de correr. El día libre de la semana suele caer en miércoles, y no es casualidad que sea el día del espectador.

Encuentro un pequeño placer en el autocontrol y la autogestión de una rutina tan cerrada. Cada ejercicio de musculación suele tener cuatro o cinco series de 12 o 15 repeticiones. Entre serie y serie, cronometro un minuto de descanso, que aprovecho para apuntar en una nota cuánto peso he levantado. Intento subir de peso en cada ejercicio poco a poco, cada dos o tres semanas. Si me adelanto y levanto más de lo que me permite hacer el ejercicio correctamente, a veces acabo con alguna lesión como esta que tengo en el hombro. Son los gages del oficio.

A pesar de llevar 10 años yendo con mayor o menor regularidad a gimnasios, nunca antes había visto los resultados que estoy teniendo ahora. Ni los había tocado. Ahora entiendo la diferencia entre ir al gimnasio y saber lo que estás haciendo. Además, es cierto eso que dicen de que la dieta es un factor clave a la hora de ver resultados reales.

Con el nuevo mes, me toca actualizar dieta y tablas de ejercicios, y he tenido que avisar a mi nutricionista de mi problema en el hombro, para que ajuste los ejercicios y no fuerce esa zona. Hace un año habría desistido, habría dejado de ir al gimnasio durante un tiempo y quizá me habría quedado con el hombro lesionado de forma permanente. ¿Es el hombro, el brazo o la espalda? Ni idea, voy a tener que ir al médico.

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